martes, 23 de abril de 2013

SAN EXPEDITO


Por Félix R. Guerrero - La fe religiosa tiene manifestaciones tan curiosas, que no deja de sorprendernos, especialmente la fe católica, que es la que mas conocemos. La diligencia mediante la cual podríamos llegar al “más allá”, puede proceder de unos populares gestores llamados santos, más terrenales que el lejano y misterioso Dios. El viernes pasado las celebraciones por San Expedito fueron multitudinarias, en La Rioja capital  y en Anillaco, entre otros lugares.

Lo que despertó mi curiosidad de este probable santo, fue su nombre. Siempre asocié “expedito” con una acción  urgente, como ir al baño cuando los esfínteres ya no pueden sujetar más, pero nunca se me hubiese ocurrido que alguien tenga ese nombre, menos aun, un santo, que por abrumadora mayoría proceden de la lengua latina y sus derivaciones y son archiconocidos en todas partes. Entonces tuve que acudir a la santa Wikipedia a que me desburre.
Una de las pistas que presenta la popular enciclopedia, informa lo siguiente: “El Martirologio romano nombra efectivamente a un mártir desconocido llamado Expediti”; y también esto: “En 1781, llegó una caja con reliquias no identificadas a un convento de monjas en París. Las reliquias se habían desenterrado de las catacumbas de la plaza Denfert-Rochereau. El remitente de la caja (desde la misma ciudad) había escrito sobre la caja «spedito» (‘correo expreso’), probablemente para acelerar su envío. Las monjas supusieron que las reliquias pertenecían a un tal «san Spedito»”. El develado misterio tenía que ver con urgencias, concordando con mis presunciones, más que con un nombre como Juan o Pedro. En realidad este santo no tiene nombre conocido.
Posiblemente, y dada la difusión y el hecho de que en muchas iglesias católicas sigue habiendo imágenes y se le sigue tributando culto público informal (no litúrgico), deba considerarse San Expedito, como el culto a san Carlomagno, es decir “tolerado, no admitido”.
El otro misterio que se me presentó respecto al presunto santo, es el “proceso” mediante el cual, una persona   real o imaginaria, evidente por acciones santas como ser mártir, apóstol o predicador de la cristiandad, es ungido por el pueblo como Santo, o de dudoso mérito para acceder a la santidad, tal el caso de San La Muerte, transgresor, además de la gramática (para horror de los custodios de la pureza del lenguaje).
Después están  el Gauchito Gil, la Difunta Correa, santa Gilda, etc., menos complicados y más pintorescos a la hora de ejercer la fe. A mí me hubiese gustado un San Enrique Angelelli, pero si Francisco I, lo canoniza, menudo lío se le arma con la derecha recalcitrante y con los vernáculos “Cruzados de la fe”, que por ahí están agazapados.
Los requisitos oficiales para ser intermediarios con el mas allá, son más complicados que los que se necesitan para acceder al Premio Nobel de la Paz (San Obama).
La canonización es el acto mediante el cual la Iglesia católica, en ambos ritos (Oriental y Occidental), declara como santo a una persona fallecida. Este proceso comprende la inclusión de dicha persona en el canon, o lista de santos reconocidos. Anteriormente, los individuos eran reconocidos como santos sin requerimientos o procesos formales, reza la Wikipedia.
Debo aclarar que los santos no solo son intermediarios con el “más allá”, sino también interceden con las fuerzas terrenales del más acá. El gol que le hizo Deportivo Peñarol al Club A. Villa Anillaco este pasado domingo se debe a las oraciones elevadas por los “Pampeños” a San Diego y a San Messi. Amén.

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