miércoles, 17 de abril de 2013

Aniversario del fallecimiento de Castro Barros: “He consagrado mi vida al servicio de la Iglesia y en obsequio de la Patria”


El Independiente - Hoy en el marco del 164 aniversario del fallecimiento de Pedro Ignacio de Castro Barros, el embajador itinerante del pensamiento del prócer riojano, “Alilo” Ortiz, se refirió al legado de su ideario recreando imaginariamente el momento del velatorio. El acto oficial será hoy a las 10 en el mausoleo de la Iglesia Catedral.

“Hoy recordamos un nuevo aniversario de la muerte de Pedro Ignacio de Castro Barros, acaecido en Santiago de Chile en 1849. Y como en todas estas ocasiones, surge el elemento cultural de preguntarnos ¿Qué quedó de aquella vida, de aquellos 71 años ofrendados en bien de sus semejantes?”, expresó a EL INDEPENDIENTE, “Alilo” Ortiz actual director del Museo Castro Barros, de Chuquis.

“Ya lo había anticipado el mismo Castro Barros cuando, al comenzar su exilio, afirma ‘he consagrado mi vida al servicio de la Iglesia y en obsequio de la Patria, mis dos madres’. Por esa magia de la literatura, bien podríamos recrear aquel momento del velatorio, cuando parientes y amigos alrededor del féretro repasamos, cual si fuese un ritual inexorable, las virtudes del difunto, en un gesto piadoso en el que el platillo de lo positivo es más importante que el de sus defectos y errores”, continuó Ortiz.

Para Ortiz que también dirige el museo Castro Barros en Chuquis “podemos presenciar el momento en el que el alcalde Egaña autoriza que las exequias se efectúen en el templo chileno de Santa Ana, habida cuenta de que la legislación no lo permitía, fundamentando tal excepción en una expresión altamente significativa (“para dar así una prueba del respeto debido a su eminente virtud”), tanto más significativa cuanto proviene no de la parte eclesiástica sino de la máxima autoridad civil y política. Una expresión que ya había pronunciado el periódico uruguayo “El Nacional”, cuando Castro Barros abandona la ciudad de Montevideo “Nuestro país padece una grave pérdida con su ausencia”.

Continuando con el relato, Alilo incluye en ese marco, a los amigos de Castro Barros, también imaginariamente presente, a través de citas textuales escritas oportunamente, “por ejemplo su condiscípulo, el cordobés José Allende: “Desde su juventud, su persona se destacó y fue objeto de admiración no sólo para sus compañeros, sino también para los profesores, que observaban en él un prodigio de aptitudes, que los llevaba a intuir el porvenir de un gran hombre. Probablemente hoy no hay otro hombre semejante a él en Argentina”.

También el mendocino Joaquín de Sosa y Lima recuerda haberlo propuesto para obispo: “Aunque hay muchos sujetos en nuestro clero muy dignos de la mitra, yo clamaría por Castro Barros. Este hombre meritísimo se puede reputar por el apóstol de la República Argentina y Chile, sólo comparable a San Francisco Javier, apóstol de la India”.

Según Alilo “si prestamos atención, también podríamos escuchar expresiones tales como: “Fue uno de los fundadores y defensores de la libertad sudamericana… El primer teólogo sudamericano de nuestros días… Todo él fue argentino… Uno de esos acabados modelos que la Providencia Divina presenta de vez en cuando para gloria suya y consuelo de la Humanidad”.

LA VIGENCIA

De regreso a la actualidad, “Alilo” agregó que “a todo esto, quienes vivimos a 164 años de distancia, nos presentamos en el velatorio y sólo nos sale un lacónico “Fue nuestro diputado en el Congreso de Tucumán”. Si ya de por sí es una expresión que poco honor le hace a la verdad y a la justicia, por cuanto pareciera que fuese lo único que hizo en su vida, más lo es si no la sabemos explicar. Quizás por esto mismo lo consideramos y nombramos entre los “grandes riojanos”, pero “de segunda línea”.

“A subsanar esta mezquindad apunta la investigación que realicé desde el año 2009.

Felizmente ya está concluida, con todo lo que encontré como “escrito por Castro Barros”, y para más abundar con algunos testimonios de sus contemporáneos: Manuel de Rosas, Domingo Faustino Sarmiento, General Paz, Nicolás Dávila, Salvador María del Carril, José Benito Villafañe, Bernabé Aráoz, Juan Bautista Bustos, etc.

Respecto a dicha investigación, “Alilo” agregó que “esto me llevó a “rastrillar” cuanto archivo me pareció que algo podía contener y que estará debidamente indicado en la publicación para el caso de que alguien desee consultar el original.

A modo de síntesis, fue cuestión de recorrer La Rioja, Córdoba, Buenos Aires, Montevideo, Santiago de Chile y el Vaticano. Si bien reconozco que “algo” se me puede haber escapado, estoy seguro de que será un material más que suficiente para saber “Quién fue Castro Barros”. Hasta recupero la carta que Castro Barros había escrito a su sobrina Celestina y que ella, de memoria, se la transmitió a mi padre”.

Sobre la inminente publicación su autor apuntó que “el libro, unas 500 páginas, por gestión de la senadora Beba de Soria, ya cuenta con la aprobación para ser impreso por el Senado de la Nación. Sólo es cuestión de esperar el turno.

Será el mejor homenaje que le podemos tributar a Castro Barros, pues es recuperar su pensamiento. Y que será la mejor preparación de los riojanos para los actos del 2016, pues así sabremos con tiempo qué estamos celebrando y aplaudiendo”.

ACTO HOMENAJE

Hoy miércoles a las 10, funcionarios del departamento Castro Barros y de la Secretaría de Cultura participarán de un acto conmemorando un aniversario más de la desaparición física del clérigo riojano, en el atrio de la iglesia Catedral.

Con la presencia del Intendente del departamento costeño, Marcelo del Moral acompañado por parte de su gabinete, el diputado Oscar Martinelli, el secretario de Cultura de la Provincia, Pedro Agost, directores y coordinadores del área se llevará a cabo un acto recordando la figura del prócer riojano.

De la mano del director del Museo de Castro Barros en la localidad de Chuquis, Aurelio “Alilo” Ortiz, el homenaje se concretará en las escalinatas de la Catedral, donde reposan los restos de Pedro Ignacio de Castro Barros, una conmemoración con entrega de ofrendas florales a 164 años de la muerte del sacerdote acaecido en Santiago de Chile en 1849.

Los artistas del departamento Castro Barros también estarán presente con la interpretación de la “Zamba a Castro Barros” acompañados de un número coreográfico a cargo del cuerpo de bailarines. Además está prevista una invocación religiosa de parte del Obispado.

SACERDOTE Y DIPUTADO

Pedro Ignacio de Castro Barros nació en Chuquis, actual departamento Castro Barros, el 31 de julio de 1777. Fue el último hijo del matrimonio formado por un salteño, Don Pedro Nolasco de Castro y Paz y de una riojana, Doña Francisca Jerónima Barros Aguilar.

Habiendo sentido el llamado de Dios al sacerdocio, es ordenado en 1800, por Monseñor Ángel M. Moscoso.

Diputado por La Rioja ante la Asamblea del Año XIII y después ante el Congreso de Tucumán, el 3 de mayo de 1816 Castro Barros ejerce su presidencia y le toma juramento a Pueyrredón como Director Supremo. También en esa condición firma en 1817 el “Manifiesto a las Naciones”, documento donde se explica el por qué de la independencia patria.

El 9 de julio de 1816, a continuación de la jura de la Independencia, es elegido entre los 11 sacerdotes diputados para predicar el Tedeum.

Luego de años de intenso trabajo eclesiástico, en 1841, viaja a Chile donde el Arzobispo Vicuña lo acogió con gran amabilidad y hospitalidad. Durante cuatro años sufrió los padecimientos de una cruel enfermedad, falleciendo el 17 de abril de 1849. Santiago le dio sepultura digna, primero en la Recoleta y luego en la Iglesia del convento de Las Rosas donde lo llevó su sobrino nieto que hacía de secretario, el Padre José Vitaliano Molina.

En 1923, cuando asume como Vicario Foráneo Monseñor Vicente Ferreyra, la provincia le da un gran impulso a la repatriación de sus restos.

Durante muchos años sus restos estuvieron en una urna de mármol a los pies del crucifijo en el interior de la iglesia Catedral. El 17 de abril de 1949, por iniciativa del Obispo Froilán Ferreira Reinafé, y costeado por el clero argentino, fueron trasladados al actual mausoleo en el atrio de la Catedral.

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