viernes, 15 de febrero de 2013

Editorial: CHAYA 20.13



Producida y subsidiada por el gobierno  la fiesta mayor de los riojanos ocupó  su lugar en la escena nacional a través de la televisión publica y otros medios radiales provinciales y nacionales. Podemos decir que es  el evento riojano de mayor difusión  pero también podemos hablar de una celebración  arraigada en el pueblo desde tiempos precolombinos. La chaya es una tradición que nos habla de nuestras raíces,  pero hoy en día también  es una figura comercial,  vinculada  al gobierno  de manera bastante misteriosa, agregando más polémica al culebron anual que ya es costumbre.

Por  las noches  del festival  pasaron  los artistas de renombre nacional y también nuestros  artistas autóctonos, aunque  más como invitados que como anfitriones, pero eso es tema para otro debate. Tampoco importa quien lo organice, digamos que sobran oferentes  para hacerse cargo del  negocio. En todo caso lo más llamativo de  todo esto es la celebración en si, el rito lúdico de agua y harina,  que es el mismo que  se da en distintas chayas o tapamientos que se multiplican  por los barrios y pueblos  de nuestra provincia  y   que ubica a quienes participan del festejo  en el centro de la escena.

Entonces la Chaya no es solo el festival, eso debería quedar claro, la Chaya es mucho mas, es un tiempo que todos pueden darse para jugar, para ahogar penas o exaltar pasiones  o para conectarse con nuestra riojanidad. Para muchos esta celebración  es algo así como el año nuevo riojano, y algo de eso hay en  el origen de esta tradición que nos legaron  los  pueblos aborígenes  de nuestras tierras,  no como final de año calendario, pero si como comienzo o el cierre  de un  ciclo anual de cosechas,  que están sujetas a la naturaleza del clima. De trata de algo cercano a  la realidad del hombre y la naturaleza que lo sustenta.

En ese contexto de festejo o resignación por la cosecha,  o de buenos augurios para la siembra que se inicia es que  nace la leyenda  de la Chaya,  que no es otra cosa que la historia   de  un amor imposible entre dos  jóvenes;  Chaya y Pujllay, quienes por diferencias sociales no pueden juntarse y concretar su   amor, llevando sus historias a un final  trágico. Pujllay,  que no se resigna al mandato social que lo separa de su amor, ahoga su pena bebiendo desmedidamente y  muere quemado en la hoguera de la fiesta;  y Chaya desconsolada se interna  en  la montaña para siempre.  Chaya se  vuelve  rocío que baja del cerro, como  llovizna o como agua, que es el elemento  clave para una buena cosecha.

Entonces podemos decir que es la fiesta del agua y de la harina, es el comienzo y el final de un ciclo, es la  no resignación, es el pensamiento mágico de nuestro pueblo que con su ingenio  se sobrepone a la adversidad.  

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