lunes, 13 de agosto de 2012

BREVE VIAJE HISTORICO AL PAIS DE LOS COSTEÑOS



135º Aniversario del Dpto. Castro Barros. Por FELIX R. GUERRERO - Visto en el mapa de La Rioja, el departamento Castro Barros presenta un tamaño más bien pequeño  en relación a los otros departamentos de la provincia y algo rechoncho, contradiciendo al imaginario popular de sus habitantes que lo perciben longilíneo en la orientación Sur-Norte. Esta dislocación perceptiva le dio el apodo de “La Costa”, debido a que siguiendo  esta falsa línea recta, los pueblos “costeños” se suceden a lo largo de las serranías del macizo del Velazco, uno tras otro…

Para todo costeño genuino, costa es sinónimo de orilla o borde, ya que la relación con  costa marina, tan lejana de estas latitudes  no existe. Creo necesaria esta aclaración, porque una vez un turista “porteño” pregunto  dónde está el mar, mirando azorado la omnipresencia montaraz de estos pagos.

Hecha esta aclaración, comenzaremos el viaje retrospectivo, cuyo afán responde a la necesidad de refrescar la memoria y la identidad costeña y riojana en este viaje que acaso es una trashumancia hacia el interior de nosotros mismos, en este día aniversario de “fundación”.

Estamos ya situados en el siglo XVIII, en Cuchiyaco (los de entonces sabíamos que ese nombre significa en español, “Agua de los chanchos”, nombre menos elegante que el quechua). Bajando un par de kilómetros maravillados de esa imponente vista panorámica del valle,  llegamos a la localidad de San Pedro, al norte del departamento, llamado por los pueblos originarios, Paslimpato que significa en la lengua nativa “Pueblo partido en dos”, o algo parecido.

Ahora no nos queda más remedio que pedir prestada al presente, la Ruta Nacional  75 para continuar el viaje hacia el Sur sin tropiezos. Continuamos el viaje mirando las jarillas, tuscas, palo azul y pichanas entre otros arbustos del monte bajo y al cabo de  unos quince minutos de viaje estamos en  la entada del pueblo de Anjullón, para lo cual deberemos recorrer tres kilómetros en dirección Oeste hasta llegar a su plaza.

Esta bella localidad de irregular trazado, siguiendo en capricho de su accidentada topografía,  conserva su nombre original  cuya etimología derivaría de “Unju-ango-llon” que significaría “ladera con agua”. 

Rompiendo, por cuestiones de tiempo el mágico embeleso de Anjullón, tomamos el camino viejo de ripio, y a dos kilómetros hacia el Sur, estamos en Los Molinos, cuya íntima y carnavalera plaza está presidida por su vieja capilla y antiguos terebintos. Allí pedimos prestada a los viejos chayeros, una caja coplera para entrar haciendo bulla  en Anillaco. Ani-an-yaco, que en lengua nativa, significa  “Agua del  alto “, es el pueblo más desarrollado, en el presente, del departamento.

Después de servirnos un plato de locro en tan mentado pueblo, seguimos hacia el sur, para “asentar” el locro con un patero amingueño. Aminga, cabecera del departamento, es el  pueblo que mas conserva  los rasgos étnicos de nuestros antepasados. De ello da fe don Rosendo, que cabalgando en una zamba ya famosa, recorrió todo el país, “enancado” con el barbudo y mítico Jorge Cafrune.  Aminga, don Jorge,  significa  “Alto del Inca” ( An-Inga) .

Continuamos siempre al Sur y llegamos por el viejo camino de tierra desembocamos en la Plaza de Chuquis, pueblo que atesora un retazo de la historia argentina  y también de nuestra provincia.  En quechua, esta palabra significa “Alto de la lanza”. Este pequeño pueblo cuyas calles guardan el polvo de los siglos,  guarda en su seno a la casa de Don Pedro Ignacio Castro Barros, a las almas de sus descendientes y a la memoria de la historia.

Pinchas es nuestra próxima parada, siempre en el rumbo Sur. Allí se respira frescura y amistad;  gente que sabe conservar sus instituciones con abigarrado celo.  Apenas trepamos unas colinas por en camino asfaltado  (Ruta 75), llegamos a Las Aguas Blancas, diminuto pueblito que siempre está mirando detrás de su corazón secreto a  quien pasa por la ruta. No nos despedimos de  La Costa allí, porque todavía nos queda Las Peñas. Hasta allí vamos, a la antesala de los abismos. Allí hay una capilla sobre la roca, en donde paraban los colectivos de la empresa “El Cóndor” que iban a la ciudad Capital para que los choferes y los pasajeros recen a San Rafael rogando sortear la cuesta de Huaco, que en tiempos pasados era más alta, mas angosta y con piso de tierra y arena . Por lo tanto, más peligrosa.

Hecha la hoja de ruta, nos adentramos al corazón de La Costa.  La Costa, tan pequeña, guarda en sus entrañas, como esas mujeres  diminutas que paren muchos hijos, prodigalidad para con la historia. Ella parió poetas y cantores; próceres y presidentes. Ella es diversa y coqueta; caprichosa y pretenciosa.

La Costa aún no sabe quién es ni lo que quiere ser. Ese es su sino. En las últimas décadas, seducida por los encantos neoliberales, quiso divorciarse del pasado, pero no pudo; quiere subirse al futuro, pero aun no sabe cómo. Pero los que estamos subidos a esta Arca, tenemos fe. Ya pasará este diluvio de confusiones.
                                                                                                                                                                           FOTO: Franco Guerrero


2 comentarios:

  1. Muy bueno amigo Félix, es así, aun no saben quienes son ni donde quieren ir!!!!!!!!!!!!!

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  2. En general prefiero conseguir hospedaje en los departamentos en la costa porque me gustan mas las zonas cercanas a las playas

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