martes, 15 de mayo de 2012

LAS PEQUEÑAS MIRADAS


Por FÉLIX R. GUERRERO - Y AHORA, ¿Quién me perdonará la osadía de haber subido a la parte alta de los cerros, mirar al valle costeño, y desde allí opinar sobre el alcance visual de mis vecinos, cuando mi estatura apenas alcanza el tamaño del ojo de un piojo miope? Oh, preciados vecinos que habitáis apaciblemente vuestras casas, aborrecedme, abominadme, mondad mis huesos con vuestras enfurecidas fauces, pero escuchadme:


¿Es posible que esto sea toda
la historia, solo un día? ¿Una noticia
de ayer, perdida en la penúltima
página, la cotización caída?

JORGE ADOUM

Yo soy aquel que por misterioso designio ha recogido sin merecimiento alguno, el encargo de mis compañeros y amigos, quienes han confiado a mis manos un papel, un lápiz y algunas veces un micrófono para, atestiguar, registrar, opinar y comunicar de los dolores y sinsabores, más que las alegrías de todo este valle y su entorno político y geográfico.

Mis ojos doloridos han visto vulnerar el sagrado voto ciudadano, estimular la codicia de los que claman por un techo, mutilar la memoria de la eterna injusticia, adular al descompromiso y la incapacidad, emular al pervertido y negar a la historia.

La historia no es esta página apocada que estamos viviendo. No es este día, este mes ni este año. Ni siquiera este siglo XXI. La historia de nuestros pueblos viene desde muy atrás y camina ineludiblemente hacia el futuro. Pero no podemos ver ni el pasado ni intuir el porvenir porque nos han encadenado a este presente ominoso. Nuestra mirada es pequeña, corta, temerosa. Nuestra mirada está trabada en la necesidad urgente, inmediata. Por eso nos queremos beber la vida de un solo trago, desnudos de toda trascendencia histórica y de dignidad humana. Bebemos hasta vaciar el vaso de mentiras repetidas,  éxitos fulgurantes, promesas remachadas, y luego de la fiesta fementida, vomitamos la resaca de la frustración y los trapos sucios de la humillación. Y nos estamos acostumbrando a eso.  Los que están al frente de este trágico circo, también  pertenecen a las filas de los derrotados, porque cuando la infamia organizada de las multinacionales  consume la cuarta o quinta colonización y despojo, los escupirán a la orilla del camino, como basura contaminada. 

No es esta la triste melopea de un vencido. No podemos darnos por vencidos cuando los niños nos miran con los ojos llenos de futuro. Su mirada es pura, confiada y larga, miran más allá de nuestras miserias. Sus miradas nos perdonan lo actuado y nos dan otra oportunidad. Todos tenemos la memoria llena de gestos nobles, los de nuestros padres y demás familia. No lo olvidemos; para nuestros niños somos todo lo que tienen. No los traicionemos con las mañosas mentiras del depredador.

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