El arte de legislar

Por Félix Guerrero

"(...) entonces Anum y Enlil me designaron a mí, Hammurabi, príncipe piadoso, temeroso de mi dios, para que proclamase en el País el orden justo, para destruir al malvado y al perverso, para evitar que el fuerte oprima al débil, para que, como hace Shamash Señor del Sol, me alce sobre los hombres, ilumine el País y asegure el bienestar de las gentes." , se dice al principio del código.

  

Estos arcaicos esbozos del arte de legislar fueron creados y escritos en tablillas de arcilla entre los años            1790-1750? a.C., en la antigua Babilonia. Desde entonces la humanidad ha perfeccionado y complejizado  este arte en procura de lograr la paz de los pueblos mediante la administración de la justicia y la equidad.

El día 13 de diciembre próximo pasado de la Era de la Posmodernidad, de las Comunicaciones, de la Tecnología digital, durante las Horas Completas de San Benito (21:00 hs.), en Aminga, cabecera del departamento Castro Barros, en el recinto del Concejo Deliberante (el que antes se llamaba Honorable Concejo Deliberante), el cuerpo deliberativo estuvo sesionando. 

Quizás la palabra sesionar haya perdido su extensión semántica original, convirtiéndose en un vocablo que tan solo puede significar lo que los testigos circunstantes hemos presenciado: un ridículo remedo de aquel código de Hammurabi redactado hace 3.800 años.

Predominaba en la nombrada sala un clima tenso, casi hostil, cansino, desapasionado. Se dio comienzo a la sesión del día, siguiendo mecánicamente el protocolo de rigor, como única razón se ser y como único vestigio de existencia."Por secretaría", se leyó penosamente el acta anterior, y luego la sufrida secretaría dio lectura a la correspondencia, minutas, etc. en la que los solitarios representantes de la minoría, Diego Castro y Juan Pablo Mercado, se constituyeron el Bloques unipersonales. El resto del cuerpo deliberativo obvió este trámite, en razón de su peso específico y de la autoridad de dueños de casa.

Cuando se trataron los puntos del Orden del Día, se hicieron  evidentes los progresos (o regresiones) del lenguaje, desde aquel remoto Código de Hammurabi: la economía de las palabras  adquirió un toque dramático, rico en inexpresividad robótica. Los concejales oficialistas sobrevivientes del periodo anterior mas los nuevos que aprendieron muy aprisa este novedoso lenguaje, hicieron uso de él con solvencia y perfecta sincronización, accionando sus brazos derechos en movimiento ascendente,  cuando el señor presidente hacia uso del recurso de "la mano alzada" para discutir las propuestas. Los dos representantes de la oposición, ignorantes de este ahorrativo sistema de esgrimir argumentos, dar debate, crear soluciones y rebatir propuestas, etc., quedaron perplejos sin saber siquiera porque habían sido denegadas sus propuestas y porque ni siquiera habían sido enviadas a comisión.

Nuestra  capacidad admirativa llegó al tope al comprobar la eficiencia de este sistema para garantizar que el malvado y el perverso disfruten de impunidad, y el débil y abandonado de dios  los hombres y las leyes, siga en esa situación hasta el fin de los tiempos.-