lunes, 22 de agosto de 2011

NOCHE DE GALA EN EL CRILAR: Concierto de piano y flauta


Toda la tarde las nubes habían estado arrojando copos de nieve a las altas laderas del Velazco. A las nueve  de la noche del viernes, próximo pasado, la tarea aún no  estaba concluida, pero la montaña ya estaba vestida de gala, como para acudir, inmaculada,  a una cita o a un reencuentro especial.

Nosotros, los que amamos a la música y a sus musas, estábamos expectantes a esa misma hora también para ir a un reencuentro singular. A pesar del frío, íbamos  con entusiasmada ilusión al auditorio del CRILAR a participar de un inusual concierto de flauta traversa  y piano.

Los que ocupábamos las cómodas butacas del auditorio éramos pocos, probablemente a causa del frio.

El escenario cobró vida, calidez y feminidad cuando se hicieron presentes la concertista de piano riojana  DELIA LÓPEZ Y  la concertista de flauta traversa TANJA VON ANX, costeña por adopción. Se presentaron y dijeron algo en el lenguaje de los mortales.


Cuando  Delia se sentó frente al piano y Tanja tomó en sus manos al tubo sonoro, hubo una transformación extraordinaria e imperceptible al ojo humano: el piano estaba en una playa desierta y Delia, convertida en una mariposa, estaba posada sobre el teclado alteando nerviosa;  Tanja, subida y de pié en una embarcación pequeña,  se sostenía desesperada, a su tubo sonoro, meciéndose ondulante al compas de las olas.

 Mientras ellas estaban en esos trabajos mágicos, la música de César-Auguste-Jean-Guillaume-Hubert Franck,  aquel músico y compositor franco-belga de finales del siglo XVIII que fue organista de la Iglesia de Santa Clotilde, empezó a fluir de bajo las butacas, en tibias ondas sonoras; del techo caían cristalizadas las notas agudas del piano; Las notas graves reptaban majestuosas por las paredes. Pude percibir, asimismo en medio de la gozosa confusión, que el profundo sonido de la flauta nos mantenía flotando a diez centímetros de la butaca.


Perdí toda noción de tiempo y espacio en esa aventura melódica. En algún momento estábamos en la inmensidad de la pampa húmeda y salvaje. Iba don  Carlos Guastavino, ataviado con un chiripá bordó y calzoncillo cribado con arabescos llevando de las riendas una potranca. Ambos trotaban diseñando un áspero malambo. Delia marcaba el ritmo con rudos golpes atonales; Tanja, asociada al Pampero soplaba vientos alegres tomando rápidos sorbos de aire para no morir asfixiada. No es cosa fácil emparejarse a soplar con el viento.

Un poco cansados recalamos en una elaborada  Zamba. De allí salimos con el corazón lleno de nostalgias y buscamos refugio en una fantástica arena melódica. Allí tomamos coraje para encarar un tango de Piazzola que Julio Boca había bailado emparejado con otro hombre sin sufrir calambres.

Tenía calor. No supe cómo ni cuando llegamos a Bahía. Allí había dos palmeras y en medio de ellas, Tom Jobim nos regalaba su armonía sofisticada. Pero no: eran ellas. Nuevamente nos habían engañado. Allí estaban sin barca y sin alas, tan terrenales, tan contentas, como nosotros.

Ya ha pasado dos días de aquel feliz evento. Ahora estoy ocupado en averiguar en la influencia de los fenómenos atmosféricos y su probable relación con el regreso de las musas. Pero no: parece que deberé estudiar los fenómenos socio-político-municipales-culturales para que ellas regresen.

                                                                                       FELIX R. GUERRRO

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