jueves, 11 de agosto de 2011

ANIVERSARIO: 134 años del departamento


Limpio de los moldes neutros y paralizantes que te quisieron imponer los pobres hombres de mezquino corazón, te digo, padre Ignacio, si le prestaste tu nombre a  estas gentes a estas casas, de este valle y sus quebradas, no había de ser, precisamente un nombre vacío lo que prestaste: ese nombre es una herencia de lucha y pasión por la libertad. Tu nombre es un camino.

Si debo decir algo que haga temblar los corazones, o al menos justifique una reunión extraordinaria en la plaza principal del Departamento y haga movilizar a las autoridades; si debo despertar mi corazón al júbilo y al homenaje; si mis labios han de entonar canciones patrióticas con emoción,  dicho evento ha de ser, necesariamente  de la dimensión de un acto sincero.

Debo decir, en favor de la  memoria,  que hace 234 años,  brotó de Chuquis, de bajo las polleras de la Yacurmana un profeta. Pedro Ignacio de Castro Barros se llamaba. Aquel hombre de fe anunció bienaventuranzas desde la iglesia. Fue sacerdote y doctor en teología, párroco y fundador de la actual catedral de La Rioja. Como hombre político hizo realidad unas cuantas profecías: fundó escuelas y colegios, representó a nuestra joven provincia como Diputado en la asamblea Constituyente de 1813 y en el Congreso de Tucumán del año 1816.

Fue enviado por la Asamblea a una gira por las provincias, para infundir ánimo revolucionario a un país que ya empezaba a cansarse de los sacrificios, y de la política centralista del gobierno de Buenos Aires; recorrió 400 leguas a caballo, sin resultado visible.

Le tocó presidir el Congreso en mayo de 1816. Dos meses más tarde firmó el Acta de la Independencia, y el Congreso lo envió como diputado ante el general Güemes, para convencerlo de que se opusiera a la candidatura del coronel José Moldes para el Directorio. Fue partidario de una constitución monárquica inca, pero se convenció de postergar la decisión, ante el argumento de Fray Justo Santa María de Oro, de que primero había que consultar a las provincias.

Pasó a Buenos Aires, como asesor económico del gobierno de Juan Martín de Pueyrredón.

Recorrió la nueva diócesis de Cuyo, ayudando al obispo a establecer su organización. Tuvo una gran influencia sobre Facundo Quiroga, y fue tal vez quien más influyó para que éste declarara la guerra a muerte contra el partido "impío" de Rivadavia.

Este sintético esbozo  histórico nos puede devolver el perfil de un hombre espiritual, religioso, pero también terrenal, profundamente comprometido con el futuro de su tierra y de su patria.

Limpio de los moldes neutros y paralizantes que te quisieron imponer los pobres hombres de mezquino corazón, te digo, padre Ignacio, si le prestaste tu nombre a  estas gentes a estas casas, de este valle y sus quebradas, no había de ser, precisamente un nombre vacío lo que prestaste: ese nombre es una herencia de lucha y pasión por la libertad. Tu nombre es un camino. 

Años más tarde, por ese camino llegó a estas tierras otro profeta anunciando amor, solidaridad e igualdad. Ese hombre llegó a La Costa con tres heridas, como cantó un poeta: la del amor, la de la vida, la de la muerte. No fue comprendido su mensaje, porque los señores de la muerte sembraron la semilla del miedo y del egoísmo. Enrique Angelelli se llamaba el que sangrando por la herida del amor, regó la tierra de los llanos para encender en los corazones de los riojanos.

Para qué gastar palabras vanas y mendaces, proferir promesas por incumplir, para qué derramar esperanzas infundadas en esta tierra sedienta de justicia y equidad; para que hacer de este aniversario un día neutro sin amor, sin pasión, sin memoria.

 Si esta recordación ha de ser sincera, hay que pronunciar los nombres de Pedro Ignacio Castro Barros y Enrique Angelelli con devoción y orgullo, porque sino, en qué corazones cobijaremos la memoria si al árbol le cortamos las raíces.
                                                                                          FELIX R. GUERRERO

No hay comentarios:

Publicar un comentario